jueves, 21 noviembre 2024
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“DXitis” o “Virus-radio”


Isidoro Ruiz-Ramos – EA4DO

Trabajo No Publicado anteriormente

 

Hojeando la revista "CQ Radio Amateur" en octubre de 1984 leí un artículo escrito por XE1MD bajo el seudónimo de Hippocrates, con el que me sentí plenamente identificado.
Bajo el título de Diagnóstico: DXitis, Mic nos narró de forma amena y humorística todos y cada uno de los síntomas que aquejan a los que padecemos esta enfermedad. Como Hippocrates consideró que se había olvidado un tema bastante importante, en el mes de agosto de 1989 completó su artículo anterior con otro que denominó El onorol para referirse, también jocosamente, a los famosos "Honor Roll" ó "Cuadros de Honor".
Reflexionando sobre aquella "enfermedad viral" que comentaba Mic, comprendí que en nuestro caso, la diagnosticada DXitis podía evolucionar para llegar a convertirnos en unos DXadictos.
Con objeto de prevenir a otros colegas que comparten en la radio mi misma afición, en el número de septiembre de 1990 de la referida revista, publiqué mi artículo De la DXitis a la DXdependencia.
A pesar de los muchos años que llevaba trabajando DX, la verdad es que no se me había ocurrido pensar en aquella enfermedad hasta que Hippocrates me la diagnosticó en 1984.
Leyendo hace poco tiempo los primeros números de las revistas U.R.E., que comenzaron a publicarse en agosto de 1949, me encontré por casualidad entre las interesantes y hoy día curiosas colaboraciones sobre YL’s y DX, que escribió a partir del número 3 la que fue mi buena amiga Lilia Martha Simón de Yébenes, EA4YL muchísimos años después, un trabajo que guarda gran relación con los anteriores y que por lo tanto me dejó gratamente sorprendido.
Lilia fue desde febrero de 1951 Socio de Honor de la Unión de Radioaficionados Españoles además de XYL de uno de los grandes personajes de nuestra afición: Santos Yébenes Muñoz. Santos operó en las primeras décadas de nuestra radio con el indicativo EAR-233 y en 1934 éste le fue sustituido por el EA5BA. Ya en Madrid finalizada la Guerra Civil, le fue otorgado el distintivo EA4CR e identificándose habitualmente como EA4 ClavelesRojos pasó el resto de sus días. Firmante del Acta de Constitución de URE el 1º de abril de 1949 se hizo cargo de la tesorería de su primera Junta Directiva. Posteriormente fue elegido Vicepresidente, siendo nombrado finalmente Presidente de Honor. Colaboró en la revista URE desde el comienzo de su publicación dando a conocer las bases de los principales diplomas y más tarde incluyendo informaciones sobre DX.
Su DXCC fue el primero que tramitó URE en 1949, cuando aún operaba con el indicativo valenciano EA5BE, y en la Historia de la Radioafición española habremos siempre que recordarle no sólo como gran telegrafista, sino también como el más importante “cazador” de diplomas.
Después de este paréntesis sobre EA4CR y volviendo a mi anterior comentario sobre los habituales trabajos de Lilia, en el mes de Diciembre de 1953 ella tradujo de la revista americana "QST" un simpático artículo de W2GVZ, en el que este viejo colega hizo sus comentarios sobre una "enfermedad rara, maligna y crónica" que denominó "virus-radio" y de la que se contagió, nada más ni nada menos que en 1921.
Por su curiosidad y siempre gran actualidad que para muchos tiene esta enfermedad, al parecer descubierta hace casi un siglo, creo interesante recuperarlo con estas nuevas tecnologías de la comunicación para que podáis leer aquél artículo de Lilia incluido en su habitual sección

Las YL,s en Radio

Este mes voy a limitarme a traducir un artículo original de J. P. Jessup, W2GVZ, que apareció en la revista ame­ricana  «QST» bajo el título de  «Siempre vuelven», y que personalmente creo es la pura verdad. ¿Cuántos de vosotros, OMs que me leéis, en un momento de -desesperación o por cualquier otra cau­sa, os habéis hecho el firme (?) propó­sito de olvidar todo cuanto se relaciona con la radioafición, e incluso los más he­roicos habéis llegado a vender la emiso­ra, considerándoos completamente cura­dos y diciendo que nunca más os deja­ríais prender de nuevo en sus redes?… Y… ¿cuánto os han durado los buenos propósitos?…
Estoy completamente segu­ra que al cabo de un tiempo más o me­nos largo, según los casos, todos, sin ex­cepción, habéis vuelto poco a poco y casi sin sentirlo, a militar en las filas de los radioaficionados. Y basta de preám­bulo y vamos con el gracioso artículo de W2GVZ.

E1  «virus-radio» es realmente una en­fermedad rara, maligna y crónica. Las estadísticas demuestran que se dan al­gunos casos de curaciones temporales, pero en la mayoría de ellos la enfermedad está latente y dispuesta a brotar en cual­quier momento con mayor virulencia.

Personalmente, contraje el  «microbio» accidentalmente, siendo todavía un chi­quillo. Con gran inocencia, y ajeno a lo que me esperaba, aprendí el Morse estan­do un verano con los «boy scouts» (ex­ploradores), sin tener la más remota sos­pecha de que éste era el primer paso hacia innumerables noches en vela, DXitis, concursitis, diplomitis, tráfico-tramens de segundo grado y colapso cró­nico de mi bolsillo.

¿Cómo iba yo a imaginarme que el primer equipo de aficionado que visité era una exteriormente hermosa cueva de iniquidad que iba a cambiar el rumbo de mi vida entera y a convertirme en un ser distinto al resto de los mortales?… (¿No la he dicho alguna vez su XYL algo pa­recido a «por qué no puedes ser como los demás mortales y tener una afición al aire libre»?)Desgraciadamente, en lu­gar de huir de las garras de ese primer equipo que visité, fui llevado sin tran­sición ante una formidable antena rota­tiva, y contaminado de ese modo por el «virus-radio» sin darme cuenta de ello, y lo que es peor, sin esperanzas de cu­ración.

Al principio, los síntomas fueron le­ves y casi inapreciables. Hice algunas
cosillas con un aparatito de chispa y un detector de cristal, lo que me proporcio­nó el ponerme en comunicación con otros pacientes, algunos de ellos con la enfer­medad en período muy avanzado. Ni uno solo de ellos me puso en guardia contra el peligro en que me encontraba; al contrario, inconscientemente «echaban le­ña al fuego», bien directamente por me­dio de consejos «demoníacos», o indirec­tamente hablando de los éxitos logrados, que una mala bruja llamada «QST» con­sideraba dignos de emulación.

En la época de mi llegada a la Uni­versidad, todavía podía considerarse un caso leve de microbio en la sangre; en aquel entonces (1921) todavía podría ha­ber curado de la «chispitis» (generada por la afición a los entonces transmisores de chispa), pero no su­cedió así. La Universidad tenía un «em­porio» de puntos y rayas, capaz de llegar hasta los lugares más apartados del mun­do, e incluso más allá. Yo estaba real­mente asombrado. Me entró la fiebre y me dediqué a cursar mensajes a monto­nes; como consecuencia de ello se con­virtió en cosa corriente el pasarme toda la noche en vela ante la radio, dormir por las tardes y estarme alelado en las clases.

Empecé a alarmarme al notar que en lugar de pasarme las noches jugando a las cartas con los amigos, me las pa­saba enteras dedicado a esta especie de auto castigo, pero ya entonces estaba in­toxicado por las alabanzas perniciosas de la «Bras Pounders League» (BPL, igual a un grupo de personas que hace siglos no van al cine), y no hice nada por evitar caer en las garras de esta ma­nía que, a partir de entonces, iba a cons­tituir una amenaza terrible para mi bien­estar general. Uno de mis compañeros, operador del Club, pasó a mejor vida, y otro cogió pulmonía, pero yo no hice caso; en su lugar, fui elegido Presidente del Club (Club de Radio: Grupo orga­nizado de contaminados que, al contra­rio de los leprosos, tienen permiso para andar sueltos por las calles).

Las vacaciones veraniegas me brinda­ron la primera ocasión para recuperar­me de la fase llamada «tráfico». Desde el equipo de casa, vinieron los primeros intentos de DX, y más tarde la epidemia de los QSOs transoceánicos, una nueva fase de la fiebre. (Hombre aficionado al DX: individuo peculiar que tiene ilu­siones de grandes distancias y se pasa la vida tratando de hablar con el otro lado del Océano, pero que, en cambio, no se habla con su vecino de enfrente.)

De este nuevo microbio sufrí un ata­que leve, pues echaba de menos el traba­jo de tráfico, y por esa causa contraje una inmunidad temporal hacia el DX. Estos dos microbios se acabaron por neu­tralizarse, y hacia 1927, aunque débil y destrozado, logré liberarme de la radio-afición, volviendo a convertirme en una persona normal; de nuevo podía cami­nar con la cabeza bien alta, sintiéndome un hombre libre; ¡nunca más volvería a la radio!…

Al principio no me fue difícil. Escar­mentado por la experiencia anterior, pro­curé evitar las visitas, compromisos, obli­gaciones, etc., limitándome a charlar de cuando en cuando con los amigos vía éter. Un demonio tentador me indujo a trabajar de nuevo los 80 metros, y… un mensaje trajo otro; esto me condujo a la ORS, seguida de cerca por la RM, y, finalmente, por la SCM; ya estaba de nuevo el virus en activo!… Volvía a ser un individuo esclavo de las responsa­bilidades, concursitis y demás síntomas familiares. Como si esto no fuera ya suficiente, caí víctima del peor de los microbios: el DX. Al principio de esta enfermedad, usted puede o no, a volun­tad, trabajar estaciones DX; el charlar con colegas situados a largas distancias resulta en verdad entretenido, y la vida no presenta un aspecto desagradable.
Pero luego vino la invención de una men­te sádica: el DXCC. Se acabó la tran­quilidad y el sueño; sólo un desconside­rado sería capaz de retener una estación DX más de dos minutos. La vida se con­virtió en un perpetuo temor a perder un nuevo país, o en una desesperación sin límites cuando ello sucedía. Y también el suplicio de Tántalo de esperar…, espe­rar…, esperar siempre la llegada de tar­jetas QSLs. (Como dice la XYL de un amigo: «Como si no fuera bastante el que te pases la vida en la emisora, aún tenemos que sentarnos a esperar la llega­da del cartero en los escalones de la casa…»). Al fin, conseguí el DXCC, pe­ro perdí veinte libras de peso en el pro­ceso.

Fue necesaria la segunda guerra mun­dial para librarme de un estado de áni­mo que me había convertido en un hom­bre tarado social y comercialmente. Una vez más volví a estar en un estado semi-racional; esta vez había terminado con la radio para siempre.

Sin embargo, no había contado con los atractivos «saldos de guerra», inocente­mente, creí que podría volver al aire simplemente a «charlar con los viejos amigos»; no más DX.  ¿Para qué iba a exprimir el fósforo teniendo ya un DXCC de antes de la guerra? ¿Para qué iba a provocarme una úlcera de estómago tratando de cumplir con el tráfico de mensajes? Ya no era un niño, pensé, y lo tomaría con calma.

La triste e inexplicable experiencia es que, una vez más, mi bolsillo está en las últimas; otra vez pertenezco a la ORS. En lo que va de año, sólo he de­jado de tomar parte en un concurso; he trabajado sesenta países y estoy detrás de conseguir los otros cuarenta dentro de poco. Sin embargo, el síntoma más peli­groso es la inclinación a cooperar con «QST» en la perversión de jóvenes, por medio de artículos como éste. ¡Desde luego, se trata de un aficionado listo, que conoce sus propios harmónicos!…